Ella escuchando música en aquella banca, de aquella soleada plaza, indiferente a su entorno, ensimismada en la música que con sus audífonos aislaba, para su propio placer, sin darse cuenta de que, estaba siendo a lo lejos observada, pero sin ánimos de voyerismo ni de consumir el aburrimiento en ella, sino que por mera casualidad, por mera gracia divina que le permitió a ese observador estar en el momento adecuando, lugar indicado, viendo la sonrisa de una bella mujer en su mundo solitario, que durante el sonar de sus canciones, era su mundo ideal. Sin deseos de incomodar o molestar, el observador solo se dedico a presenciar, ese evento de la naturaleza, que pocas veces se da, el poder observar una bella mujer, sin más deseos que el de tratar de atrapar, ese momento de alguna manera, en sus recuerdos, en su corazón, en su memoria por la eternidad.
Atte. El Noctámbulo más despierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario